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Homilía | 10 de Septiembre - Fiesta de San Nicolás de Tolentino

P. Edward Daleng (Assistant General)

Hoy celebramos con alegría la festividad de San Nicolás de Tolentino, el primer eremita agustino canonizado tras la instauración jurídica de la Orden en 1244

Edward Daleng

HOMILÍA DE LA MISA CONCELEBRADA
Fiesta de San Nicolás de Tolentino – 10 de septiembre de 2025

Queridos hermanos y compañeros en San Agustín,

Hoy celebramos con alegría la festividad de San Nicolás de Tolentino, el primer eremita agustino canonizado tras la instauración jurídica de la Orden en 1244 por intervención de la Sede Apostólica. San Nicolás sigue siendo un modelo brillante para los agustinos en todo el mundo. Es el Patrón de algunas circunscripciones de la Orden (las Provincias de Italia y Michoacán), de muchas de nuestras comunidades locales, escuelas y centros apostólicos, y sobre todo, de las almas del Purgatorio, por quienes oró incansablemente.

En nuestro Evangelio, Jesús envía a setenta y dos discípulos de dos en dos, confiándoles una misión que él mismo se proponía llevar a cabo. Sus instrucciones fueron claras y contundentes:

• “La mies es abundante, pero los obreros son pocos” (Lc 10:2).
• “Os envoi como corderos en medio de lobos” (v. 3).
• “No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias” (v. 4).
• “Paz a esta casa” (v. 5).
• “Curad a los enfermos ... y decidles, ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’” (v. 9).

La misión que Jesús confía a sus discípulos exige confianza absoluta en Dios, oración, vigilancia, sencillez y pobreza evangélica, pacificación, compasión y sanación de enfermos. Además, Jesús nunca les envió solos. Los envió de dos en dos, para apoyarse y fortalecerse mutuamente. Reflexionando sobre esto, nuestro santo Padre Agustín afirma: «El que los enviase de dos en dos simboliza la caridad, bien porque los preceptos del amor son dos, bien porque no es posible el ejercicio de la caridad si no es entre dos personas por lo menos.» (Cuestiones sobre los Evangelios, II, 14). Para nosotros, los agustinos, esto es profundamente significativo: no estamos llamados a la misión como individuos aislados, sino como fraternidad. Nuestro testimonio de Cristo se expresa a través de la vida comunitaria vivida en armonía, oración y apostolado compartido.

La misión de nuestra Orden siempre ha sido proclamar al Señor Jesucristo con la vida y la palabra. De este espíritu surgió San Nicolás de Tolentino, fraile (nacido en 1245 en Sant’Angelo in Pontano, provincia de Macerata) que encarnó la compasión y la misericordia de Cristo en tiempos de sufrimiento y desesperación.

Nicolás se configuró en Cristo y se conformó plenamente a Él mediante la oración, la penitencia, la humildad, el ayuno, la obediencia, el sacrificio y el celo pastoral. Fue incansable en la predicación, misericordioso en el confesionario y estuvo presente junto al pueblo en su dolor. Armonizó lo verdaderamente agustiniano: vida comunitaria, contemplación y un intenso apostolado.

Cuidó a los enfermos, confortó a los pobres y visitó a los presos, llevándoles el consuelo de Cristo. De esta manera, Nicolás nos recuerda que la auténtica misión agustiniana no se trata solo de predicar con palabras, sino también de compartir la vida con el pueblo de Dios, que nace de una verdadera vida comunitaria.

La primera lectura del libro del Sirácida nos ofrece un serio recordatorio: «Hijo, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba. Endereza tu corazón, sé firme, y no te inquietes en el momento de la desgracia.» (Eclesiástico 2, 1-2). Dar testimonio del Señor nunca ha sido fácil. La fidelidad y la perseverancia son necesarias.

Seguir a Cristo implica valentía, renuncia y despojarse de uno mismo para que Cristo viva en nosotros. Nuestra misión es exigente, pero la gracia nos sostiene cuando nos mantenemos firmes.

La fiesta de hoy nos trae una alegría especial a Augustine Ugbomah y a mí. Hace exactamente veinte años, junto con Anthony Zabbey, fuimos ordenados sacerdotes. El tiempo ha pasado rápido. Veinte años en este ministerio podrían ser poco o mucho tiempo. Pero en verdad, el tiempo pertenece al Señor.

Para nosotros, estos años han sido un tiempo de gracia y gratitud, años compartidos con los hermanos de la comunidad y con los fieles que nos han sido confiados. Caminamos juntos con corazones inquietos, unidos en la peregrinación, siempre buscando a Dios, que es nuestra meta final.

Al honrar a San Nicolás e invocar su intercesión, renovemos nuestra confianza en Dios, nuestro amor por la vida comunitaria y nuestro celo por la misión. Oremos también por abundantes vocaciones a la vida agustiniana, para que muchos jovenes respondan a la llamada y compartan esta misión de paz, sanación y esperanza.

San Nicolás de Tolentino, ruega por nosotros.

¡Amén!

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